domingo, 11 de noviembre de 2012

Ojos rojos



Hoy por la mañana me levante con muchas ganas de ir a la escuela. Mi hermana todavía no se levantaba,  así que decidí que ese día comenzaría normal, sin tener que sentirme una inspectora o investigadora secreta. 
 
Caminé hacia la esquina, me disponía a tomar el camión cuando uno de esos vagos que se sientan en la esquina se dirigió a mí diciendo “¿Tú eres la hermana de Tania?” Sin duda alguna yo era la hermana de Tania, pero el simple hecho de que ese vago se acercara a mí preguntando eso, me aterrorizó. Me quise hacer la valiente, tome mucho valor y le dije: “Si, si soy yo la hermana de Tania” Aunque me moría de miedo no quería que él lo notara. “¿Por qué me lo preguntas?” Él me observo con esos ojos tan enrojecidos y su mirada triste y perdida  a la vez. “Le puedes decir que ya tengo lo que me encargo” Yo solo lo mire de arriba hacia abajo y le dije: “Por supuesto yo le digo”. En ese mismo instante yo no savia lo que decía. El chico de los ojos rojos se perdió en el oscuro callejón del cual había salido. Pasaron algunos segundos hasta que caí en cuenta de lo que aquel muchacho me había dicho que por lo visto no era nada bueno. ¿Cómo no se me ocurrió preguntarle que era lo que le había encargado mi hermana? Estoy segura de que por algunas monedas él me habría contado todo. 

El misterio cada vez se hacia más grande. Ahora estaba involucrada en esto una persona que al principio no tenía nada, absolutamente nada, que ver. Legué a la escuela mega sacada de onda y como de costumbre le conté todo a mis mejores amigas. Para mi mala suerte esto empeoro todo. Unas me decían que andaba metida en drogas, otras que estaba robando y en el peor de los casos de secuestradora y matona no la bajaban. Es más una de mis amigas hasta me comento que su papá  era policía que si yo quería hasta lo podía contactar. Yo no quería hacer una tormenta en un vaso de agua y machísimo menos involucrar a la policía en esto. Yo nunca en mi vida podría imaginar que mi hermana la mayor, mi ejemplo a seguir, se convertiría en una delincuente. O al menos  yo no lo quería creer. Tenía miedo.

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